El editorial más famoso de la historia del Periodismo en Estados Unidos.
Una carta al director inspiró a “The Sun” el célebre artículo sobre Santa Claus
En toda la gran historia norteamericana de relevantes artículos editoriales, el más legendario no argumenta la entrada en la II Guerra Mundial, o la dimisión de Richard Nixon ni tan siquiera un final a la pesadilla de Vietnam. El editorial más inolvidable para el Periodismo de Estados Unidos es una respuesta razonada sobre la existencia de Santa Claus, que a pesar de haberse redactado hace cien años se resiste a pasar de actualidad.
En el otoño de 1897, el popular diario neoyorquino “The Sun” recibía la siguiente carta al director: “Querido director: Soy una niña de ocho años. Algunos de mis amiguitos dicen que no existe Santa Claus. Papá me dice “si lo lees en “The Sun” será así". Por favor, dígame la verdad: ¿existe Santa Claus? Virginia O’Hanlon. 115 West, Calle 95. New York”.
Una pieza maestra
Lo que en otra Redacción hubiera terminado directamente en la papelera se convirtió, gracias a la pluma de Francis P. Church, en el editorial más inolvidable de la prensa norteamericana. El veterano redactor era un sardónico graduado del Columbia College, que en un principio recibió con evidente desagrado la tarea de escribir una respuesta adecuada para Virginia, por encargo del director Edward Mitchell.
Con las prisas del cierre y en cuatro párrafos, Francis Church compuso una pieza maestra, imposible de relegar al polvo de las hemerotecas.
Todas las Navidades, como un ritual de inocencia, los periódicos norteamericanos vuelven a publicar y citar estas quinientas palabras en respuesta a la pequeña hija de un famoso médico neoyorquino, fallecida en 1971.
Proteger los ideales
Para Howell Raines, responsable de editoriales en “The New York Times”, esta pieza resulta mágica: “Se trata de una niña que llama a la puerta del mundo de los adultos y pide entrar. Y el editorialista lo que hace es protegerla, y de paso a sus lectores adultos”. Según William David Sloan, profesor de Periodismo, la obra de Francis Church “sustenta la esperanza de un niño mientras ofrece una serie de ideales que son dignos de un adulto. No se limitó a continuar un mito. Dio una razón para creer”.
En opinión de otros editorialistas consultados, un artículo parecido sería impensable que apareciera publicado en la actualidad.
Esperanza y creencia
Según el profesor emérito Bob Haiman, presidente del jurado Pulitzer de 1997 para artículos editoriales, “lo que resulta difícil de pensar es que todavía existan chicos de ocho años en Estados Unidos que crean en Santa Claus. Uno sólo puede tener esa esperanza. Y al fin y al cabo, esperanza es de lo que trata una buena página editorial”.
“Sí, Virginia, existe Santa Claus”
Este es el editorial que publicó el diario neoyorquino “The Sun” en 1897 y que reflexiona sobre la necesidad de la existencia de Santa Claus:
“Virginia, tus amiguitos están equivocados. Se han contagiado del escepticismo de una época escéptica. Sólo creen en lo que ven. Piensan que no puede existir nada que no sea comprensible para sus pequeñas mentes. Todas las mentes, ya sean de adultos o de niños, son pequeñas. En este nuestro gran universo, el hombre es un mero insecto, su intelecto es una hormiga comparado con el mundo sin fronteras medido por la inteligencia capaz de alcanzar toda la verdad y conocimiento.
Sí, Virginia, existe Santa Claus. Su existencia es tan cierta como la del amor, la generosidad y la devoción; y tú sabes que existen y dan a tu vida su mayor belleza y alegría. Además, ¡qué monótono sería el mundo si no existiera Santa Claus! Sería tan monótono como si no existiera ninguna Virginia. No habría fe infantil, ni poesía, ni romance para hacer tolerable la existencia. No tendríamos felicidad, salvo que fuera palpable. La luz eterna con que la infancia llena el mundo se extinguiría.
Si no crees en Santa Claus, tampoco debes creer en los cuentos de hadas. Puedes conseguir que tu papá contrate varios hombres para vigilar todas las chimeneas en Nochebuena y cazar a Santa Claus. ¿Pero, incluso si no vieran a Santa Claus bajar, qué estarían probando? Nadie ve a Santa Claus, pero eso no es señal de que Santa Claus no exista. Las cosas más reales en este mundo son aquellas que ni los niños ni los adultos pueden ver. ¿Has visto alguna vez a las hadas bailando en el jardín? Por supuesto que no, pero eso no es prueba de que estén por ahí. Nadie puede concebir o imaginar todas las maravillas que no podemos ver o sentir en este mundo.
Puedes romper el sonajero de un bebé y ver lo que hace ruido dentro, pero el velo que cubre el mundo invisible no puede romperlo el hombre más fuerte ni la fuerza unida de todos los hombres fuertes que hayan existido. Sólo fe, imaginación, poesía, amor romance pueden correr la cortina y ver la belleza celestial y la gloria del más allá. ¿Es todo esto real? En todo el mundo, Virginia, no existe nada que sea tan real y duradero.
Gracias a Dios, Santa Claus existe y existe para siempre. Un millar de años pasarán, Virginia, nueve, diez veces mil años desde ahora, y él continuará poniendo felicidad en el corazón de la infancia”.
Una carta al director inspiró a “The Sun” el célebre artículo sobre Santa Claus
En toda la gran historia norteamericana de relevantes artículos editoriales, el más legendario no argumenta la entrada en la II Guerra Mundial, o la dimisión de Richard Nixon ni tan siquiera un final a la pesadilla de Vietnam. El editorial más inolvidable para el Periodismo de Estados Unidos es una respuesta razonada sobre la existencia de Santa Claus, que a pesar de haberse redactado hace cien años se resiste a pasar de actualidad.
En el otoño de 1897, el popular diario neoyorquino “The Sun” recibía la siguiente carta al director: “Querido director: Soy una niña de ocho años. Algunos de mis amiguitos dicen que no existe Santa Claus. Papá me dice “si lo lees en “The Sun” será así". Por favor, dígame la verdad: ¿existe Santa Claus? Virginia O’Hanlon. 115 West, Calle 95. New York”.
Una pieza maestra
Lo que en otra Redacción hubiera terminado directamente en la papelera se convirtió, gracias a la pluma de Francis P. Church, en el editorial más inolvidable de la prensa norteamericana. El veterano redactor era un sardónico graduado del Columbia College, que en un principio recibió con evidente desagrado la tarea de escribir una respuesta adecuada para Virginia, por encargo del director Edward Mitchell.
Con las prisas del cierre y en cuatro párrafos, Francis Church compuso una pieza maestra, imposible de relegar al polvo de las hemerotecas.
Todas las Navidades, como un ritual de inocencia, los periódicos norteamericanos vuelven a publicar y citar estas quinientas palabras en respuesta a la pequeña hija de un famoso médico neoyorquino, fallecida en 1971.
Proteger los ideales
Para Howell Raines, responsable de editoriales en “The New York Times”, esta pieza resulta mágica: “Se trata de una niña que llama a la puerta del mundo de los adultos y pide entrar. Y el editorialista lo que hace es protegerla, y de paso a sus lectores adultos”. Según William David Sloan, profesor de Periodismo, la obra de Francis Church “sustenta la esperanza de un niño mientras ofrece una serie de ideales que son dignos de un adulto. No se limitó a continuar un mito. Dio una razón para creer”.
En opinión de otros editorialistas consultados, un artículo parecido sería impensable que apareciera publicado en la actualidad.
Esperanza y creencia
Según el profesor emérito Bob Haiman, presidente del jurado Pulitzer de 1997 para artículos editoriales, “lo que resulta difícil de pensar es que todavía existan chicos de ocho años en Estados Unidos que crean en Santa Claus. Uno sólo puede tener esa esperanza. Y al fin y al cabo, esperanza es de lo que trata una buena página editorial”.
“Sí, Virginia, existe Santa Claus”
Este es el editorial que publicó el diario neoyorquino “The Sun” en 1897 y que reflexiona sobre la necesidad de la existencia de Santa Claus:
“Virginia, tus amiguitos están equivocados. Se han contagiado del escepticismo de una época escéptica. Sólo creen en lo que ven. Piensan que no puede existir nada que no sea comprensible para sus pequeñas mentes. Todas las mentes, ya sean de adultos o de niños, son pequeñas. En este nuestro gran universo, el hombre es un mero insecto, su intelecto es una hormiga comparado con el mundo sin fronteras medido por la inteligencia capaz de alcanzar toda la verdad y conocimiento.
Sí, Virginia, existe Santa Claus. Su existencia es tan cierta como la del amor, la generosidad y la devoción; y tú sabes que existen y dan a tu vida su mayor belleza y alegría. Además, ¡qué monótono sería el mundo si no existiera Santa Claus! Sería tan monótono como si no existiera ninguna Virginia. No habría fe infantil, ni poesía, ni romance para hacer tolerable la existencia. No tendríamos felicidad, salvo que fuera palpable. La luz eterna con que la infancia llena el mundo se extinguiría.
Si no crees en Santa Claus, tampoco debes creer en los cuentos de hadas. Puedes conseguir que tu papá contrate varios hombres para vigilar todas las chimeneas en Nochebuena y cazar a Santa Claus. ¿Pero, incluso si no vieran a Santa Claus bajar, qué estarían probando? Nadie ve a Santa Claus, pero eso no es señal de que Santa Claus no exista. Las cosas más reales en este mundo son aquellas que ni los niños ni los adultos pueden ver. ¿Has visto alguna vez a las hadas bailando en el jardín? Por supuesto que no, pero eso no es prueba de que estén por ahí. Nadie puede concebir o imaginar todas las maravillas que no podemos ver o sentir en este mundo.
Puedes romper el sonajero de un bebé y ver lo que hace ruido dentro, pero el velo que cubre el mundo invisible no puede romperlo el hombre más fuerte ni la fuerza unida de todos los hombres fuertes que hayan existido. Sólo fe, imaginación, poesía, amor romance pueden correr la cortina y ver la belleza celestial y la gloria del más allá. ¿Es todo esto real? En todo el mundo, Virginia, no existe nada que sea tan real y duradero.
Gracias a Dios, Santa Claus existe y existe para siempre. Un millar de años pasarán, Virginia, nueve, diez veces mil años desde ahora, y él continuará poniendo felicidad en el corazón de la infancia”.
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