El verano está que arde,
a hombros se va otra tarde
de julio José Tomás.
Mientras estalla Pamplona,
al cielo de Barcelona
sube el de Galapagar.
La crítica lo discute
porque nunca juega al tute
con la tele y los despachos.
Porque huye del compadreo,
porque reinventa el toreo
ajustándose los machos.
Plumillas enardecidos,
la envidia es un sarpullido
que el corazón envenena.
Paco Camino a mi lado
revivía ensimismado
su juventud en la arena.
Ladran, luego cabalgamos,
sufren porque disfrutamos
su cálida sangre fría.
De verde botella y oro,
cuando rodó el tercer toro
la puerta grande se abría.
Porque respeta su oficio,
porque les saca de quicio
tanto pañuelo en las manos.
Los que cargan al torero
parecen los costaleros
del Cristo de los Gitanos.
Joaquin Sabina
Pese a ser totalmente contraria a los toros, no puedo dejar de encontrar realmente precioso este soneto del maestro Sabina.
a hombros se va otra tarde
de julio José Tomás.
Mientras estalla Pamplona,
al cielo de Barcelona
sube el de Galapagar.
La crítica lo discute
porque nunca juega al tute
con la tele y los despachos.
Porque huye del compadreo,
porque reinventa el toreo
ajustándose los machos.
Plumillas enardecidos,
la envidia es un sarpullido
que el corazón envenena.
Paco Camino a mi lado
revivía ensimismado
su juventud en la arena.
Ladran, luego cabalgamos,
sufren porque disfrutamos
su cálida sangre fría.
De verde botella y oro,
cuando rodó el tercer toro
la puerta grande se abría.
Porque respeta su oficio,
porque les saca de quicio
tanto pañuelo en las manos.
Los que cargan al torero
parecen los costaleros
del Cristo de los Gitanos.
Joaquin Sabina
Pese a ser totalmente contraria a los toros, no puedo dejar de encontrar realmente precioso este soneto del maestro Sabina.
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