Uno escribe siempre la misma canción,
sobre un niño con cara de viejo,
que se atreve a volar bajo el cielo marrón,
que agoniza detrás del espejo.
Uno canta siempre la misma canción
otra noche en el bar de la esquina,
cerca de la estación donde duerme un vagón,
cuando el tiempo amenaza rutina.
Uno rumia siempre la misma canción
como un perro ladrando a la luna,
con la misma trompeta y el mismo trombón
de mariachi que estuvo en la tuna.
Uno acaba nunca la misma canción
que construye a trancas y barrancas,
luego llega la hora de alzarse el telón
y es un lujo que sea en Salamanca.
Joaquin Sabina, dedicado a Salamanca, Inicio de la gira “Vinagre y Rosas”
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