Hoy hace 75 días del ingreso de mi padre en el hospital, y hoy por fin vuelve a casa.
En estos 75 días hemos experimentado toda clase de sensaciones: miedo, angustia, desesperación, impotencia, tristeza, cansancio, alegría, ilusión, esperanza.
Los primeros 23 días fueron los más amargos de nuestras vidas, una nube muy negra se cernía sobre nosotros, fueron días de lágrimas y miedo, de angustia compartida, de miradas que temblaban cargadas de esperanza y de manos que se entrelazaban aterradas en un pasillo que ya nunca olvidaremos.
A partir de ahí la cosa fué mejorando, primero un poquito, luego mucho, salimos de la REA, subimos a planta, empezamos la rehabilitación... hablo en plural, porque aunque el que lo vivió en primera persona fué mi padre, ha sido un camino recorrido en familia por mucha gente.
Todas las experiencias de la vida dejan algo bueno por malas que sean, te hacen aprender. Nosotros, mi madre, mis hermanos y yo, hemos aprendido mucho: hemos aprendido a relativizar las cosas, a distinguir mejor lo realmente importante, hemos descubierto que tenemos un grado de serenidad y de confianza que desconociamos, que somos más fuertes de lo que pensabamos, y que somos capaces de enfrentarnos a las dificultades y afrontarlas. Pero lo más importante de todo, hemos confirmado que tenemos cerca mucha gente maravillosa, gente que realmente merece la pena, no quiero nombraros por no dejarme a nadie olvidado, pero vosotros sabéis quienes sois: nos habéis acompañado a "la puerta", nos habéis llamado incesantemente para que supieramos que no estabamos solos, nos habéis sacado a tomar unas cañas, habéis llorado con nosotros, nos habéis animado, nos habéis dado esperanza, nos habéis comprendido, nos habéis escuchado, habéis estado ahí siempre, para todo, bien sea en persona, por teléfono o por mail. Os hemos sentido muy cerca, y eso es lo que forma una verdadera familia. Daros las gracias se queda muy pequeño, pero GRACIAS.
Y también hemos conocido a gente excepcional que nos ha acompañado médicamente en este largo camino, los médicos de la REA, las enfermeras, los compañeros de mi padre, los residentes... sois muy especiales, y ya para siempre tenéis reservado un hueco en nuestros corazones.
Este Adviento ha sido para nosotros realmente un tiempo de esperanza, y ahora esperamos la Navidad con otros ojos, con ilusión renovada, vamos a estar juntos, juntos y en casa, y eso hará de estas fiestas algo muy especial. El mejor regalo que podíamos tener.
En estos 75 días hemos experimentado toda clase de sensaciones: miedo, angustia, desesperación, impotencia, tristeza, cansancio, alegría, ilusión, esperanza.
Los primeros 23 días fueron los más amargos de nuestras vidas, una nube muy negra se cernía sobre nosotros, fueron días de lágrimas y miedo, de angustia compartida, de miradas que temblaban cargadas de esperanza y de manos que se entrelazaban aterradas en un pasillo que ya nunca olvidaremos.
A partir de ahí la cosa fué mejorando, primero un poquito, luego mucho, salimos de la REA, subimos a planta, empezamos la rehabilitación... hablo en plural, porque aunque el que lo vivió en primera persona fué mi padre, ha sido un camino recorrido en familia por mucha gente.
Todas las experiencias de la vida dejan algo bueno por malas que sean, te hacen aprender. Nosotros, mi madre, mis hermanos y yo, hemos aprendido mucho: hemos aprendido a relativizar las cosas, a distinguir mejor lo realmente importante, hemos descubierto que tenemos un grado de serenidad y de confianza que desconociamos, que somos más fuertes de lo que pensabamos, y que somos capaces de enfrentarnos a las dificultades y afrontarlas. Pero lo más importante de todo, hemos confirmado que tenemos cerca mucha gente maravillosa, gente que realmente merece la pena, no quiero nombraros por no dejarme a nadie olvidado, pero vosotros sabéis quienes sois: nos habéis acompañado a "la puerta", nos habéis llamado incesantemente para que supieramos que no estabamos solos, nos habéis sacado a tomar unas cañas, habéis llorado con nosotros, nos habéis animado, nos habéis dado esperanza, nos habéis comprendido, nos habéis escuchado, habéis estado ahí siempre, para todo, bien sea en persona, por teléfono o por mail. Os hemos sentido muy cerca, y eso es lo que forma una verdadera familia. Daros las gracias se queda muy pequeño, pero GRACIAS.
Y también hemos conocido a gente excepcional que nos ha acompañado médicamente en este largo camino, los médicos de la REA, las enfermeras, los compañeros de mi padre, los residentes... sois muy especiales, y ya para siempre tenéis reservado un hueco en nuestros corazones.
Este Adviento ha sido para nosotros realmente un tiempo de esperanza, y ahora esperamos la Navidad con otros ojos, con ilusión renovada, vamos a estar juntos, juntos y en casa, y eso hará de estas fiestas algo muy especial. El mejor regalo que podíamos tener.
No hay comentarios:
Publicar un comentario