Cuántas cosas vamos acumulando en la vida. Memorias, proyectos, historias, objetos, actitudes… Está bien, ¿no? Es señal de vivir, de no quedarte con los brazos cruzados. Pero en parte ocurre como con el armario o las estanterías de la propia habitación. Que como no despejes de vez en cuándo terminas sepultado por libros, ropas, objetos varios…
Así que, aunque cueste, de vez en cuánto toca hacer limpieza general y tirar por la ventana (metafóricamente) todo lo que sobra. Para quedarse con lo importante.
Qué gusto da tirar por la borda unas cuantas cosas de esas que estorban. Fuera las comeduras de tarro que no conducen a ningún sitio. Los enfados y rencores duraderos, fuera también, que se gasta demasiado tiempo rumiando rencores y heridas. Fuera el miedo a los juicios de los presuntuosos o de los que se creen perfectos. Mandemos también al garete el orgullo si nos impide pedir ayuda, y la murmuración que solo hace daño. ¿Y qué decir del egocentrismo que a veces le hace a uno sentirse el centro del mundo? Que se vaya para no volver. Patada a la ingratitud, que demasiadas veces me impide darme cuenta de tanto como tengo. Para, más liviano, poder seguir caminando ligero de equipaje.
En cambio habrá que aprovisionarse de buenas dosis de humor. Unas cuantas raciones de cariño, que bastante sequedad y dureza hay por ahí. No hay que dejar marchar la esperanza de que el mundo mejore, cerca y lejos. Conmigo tendré que llevar también valores, metas, sueños, proyectos…
Dentro la familia. Y los amigos. Y los que necesitan mi ayuda (que no falte). Dentro la alegría, también de noche. Los abrazos. El tiempo para conversar. Una oración, de vez en cuándo, que me recuerde que no estoy solo. Un buen libro que me ayude a abrir la mente. Una canción para poblar los silencios. Dentro el deseo de lo bueno, la capacidad de perdonar y la humildad para nunca dejar de aprender.
De PastoralSj.org
Así que, aunque cueste, de vez en cuánto toca hacer limpieza general y tirar por la ventana (metafóricamente) todo lo que sobra. Para quedarse con lo importante.
Qué gusto da tirar por la borda unas cuantas cosas de esas que estorban. Fuera las comeduras de tarro que no conducen a ningún sitio. Los enfados y rencores duraderos, fuera también, que se gasta demasiado tiempo rumiando rencores y heridas. Fuera el miedo a los juicios de los presuntuosos o de los que se creen perfectos. Mandemos también al garete el orgullo si nos impide pedir ayuda, y la murmuración que solo hace daño. ¿Y qué decir del egocentrismo que a veces le hace a uno sentirse el centro del mundo? Que se vaya para no volver. Patada a la ingratitud, que demasiadas veces me impide darme cuenta de tanto como tengo. Para, más liviano, poder seguir caminando ligero de equipaje.
En cambio habrá que aprovisionarse de buenas dosis de humor. Unas cuantas raciones de cariño, que bastante sequedad y dureza hay por ahí. No hay que dejar marchar la esperanza de que el mundo mejore, cerca y lejos. Conmigo tendré que llevar también valores, metas, sueños, proyectos…
Dentro la familia. Y los amigos. Y los que necesitan mi ayuda (que no falte). Dentro la alegría, también de noche. Los abrazos. El tiempo para conversar. Una oración, de vez en cuándo, que me recuerde que no estoy solo. Un buen libro que me ayude a abrir la mente. Una canción para poblar los silencios. Dentro el deseo de lo bueno, la capacidad de perdonar y la humildad para nunca dejar de aprender.
De PastoralSj.org
Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis sueños va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un no te quiero querer.
Joaquín Sabina
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