Su apreciada grasa y la torpeza con que se manejan en tierra firme hizo que se cazaran en masa durante el siglo XIX.
La grasa servía para fabricar jabón y curtir cuero y, al hervirla, se obtenía un valorado aceite. La matanza fue terrible. Sólo en las islas Malvinas se aniquilaron dos millones y medio entre 1864 y 1880.
Por suerte, la prensa empezó a contar la falsedad de que el aceite se extraía al hervir vivas las aves, y el público se concienció de la necesidad de protegerlos.
En 1905, el Congreso Internacional de Ornitología urgío a Australia y Nueva Zelanda a poner fin a las matanzas.
Los pingüinos de Georgia del Sur fueron protegidos en 1909 y en las Malvinas, donde algunos gozaban de protección desde 1864, ésta se extendió a todos en 1914.
Hoy, nadie caza pingüinos, pero las amenazas siguen ahí. Las prodigiosas adaptaciones que han efectuado a lo largo de los siglos se convertirán en una tranpa mortal si el clima del planeta cambia.
Unos pocos grados más en la Antártida y todo su trabajo evolutivo para adaptarse al frío los condenará a la extinción.
Para saber más: "Handbook of the birds of the world". Josep del Hoyo, Andrew Elliott y Jordi Sagartal. Lynx Ediciones.
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