Bruce Springsteen machaca. Es demoledor en el ataque desde que inicia su batalla. Desde su primera nota, su primera palabra, su primer gesto, arrasa. Y lo hace embistiendo duro pero con una acometida precisa. Tiene claro dónde debe centrar su ofensiva. Apunta, y empieza a disparar. Directamente al hemisferio derecho del cerebro, el que controla las emociones, las imágenes, las voces y las melodías. Y lo satura con versos estremecedores, sonidos intensos, desgarradores y emocionantes, y escenas que se imprimirán para siempre en los recuerdos más profundos.
Son peleas individuales contra sus entregados gregarios. Springsteen busca y encuentra a cada uno de sus seguidores y, mientras lucha para doblegar a uno, mantiene la misma batalla contra el que está a su lado. En el concierto en el madrileño estadio Santiago Bernabéu, el que cierra su gira española, ha sometido a algunos empuñando su armónica, unas veces con virulencia y otras con suavidad; a otros, atendiendo una petición del público para tocar 'Spanish eyes'; y a la mayoría se la ha ganado con sus himnos eternos -'Because The Night', 'The Rising' o 'Thunder Road', entre otros-.
Incluso no ha dudado en bromear si la ocasión lo requería y en tomarse en serio lo justo y necesario. Así, lo mismo ha sido capaz de hacer una versión cómica de 'Talk to Me' que de tirarse por el suelo con un cómplice gesto de agotamiento cuando ya avistaba el final del concierto. Los gritos de ánimo de sus huestes y los chorros de agua vertidos por su inseparable Steve Van Sandt sobre la cabeza le han servido para levantarse y para recuperar el increíble brío de un hombre que ya cuenta con 62 años a su espalda pero que tiene el ímpetu de un recién llegado. Incluso ha sido capaz de poner a Peralejos de las truchas en el mapa al recoger el cartel con el nombre de la localidad de Guadalajara en uno de sus múltiples acercamientos al público.
Pero Bruce no es precisamente fino a la hora de abalanzarse sobre su presa. Rasca su voz, rasca su guitarra y termina rascando almas. Esta noche han sido unas tres horas de ataque continuo hasta acabar con la resistencia de aquellos que tenía frente a él. En el Bernabéu eran más de 60.000. Pero al 'Boss' le da igual ocho que ochenta, porque todos sus combates son cuerpo a cuerpo. No ha dado tregua. Ha encadenado canción tras canción y, mientras, los aplausos y los gritos pisaban las últimas notas de un tema y las primeras del siguiente.
Es el más fuerte. Y lo sabe. Le ha bastado con abrir el concierto con dos declaraciones de intenciones -'Badlands' y 'No surrender'- para marcar una conexión de la que ya ha sido imposible escapar y que ha arrastrado a los que le rodeaban a una espiral de vértigo de energía y ritmo. Solo cuando ha sacado su parte más intimista ha permitido sentarse al público para refrescar los pulmones y descansar las palmas de las manos y los pies. Pero Bruce no engaña, no pide nada que no dé. Si el público grita, el grita más; si la E Street Band se luce, él agarra su Fender Esquire y la maltrata rasgándola con fuerza.
Es un mago que controla los tiempos de las emociones, pero los hace desde la verdad. Pese a que en el estadio madrileño se han vivido momentos que todos ya esperaban, la ausencia de sorpresas no ha eliminado la emotividad del momento. Cuando ha escogido a un niño para cantar junto a él 'Waitin' on a Sunny Day' o cuando ha subido a una pequeña para bailar dulcemente 'Dancing in the dark' ha transmitido el cariño que siente un padre por sus hijos.
La misma verdad ha plasmado cuando ha sacado su vena más comprometida para confraternizarse con los que lo están pasando mal. "Hay gente que ha perdido su trabajo y sus casas. Son malos tiempos, pero nuestro corazón esta con vosotros, con todos los que estáis luchando en España", ha lamentado antes de entonar 'Jack of All Trades', uno de los temas de su último trabajo, y del que también ha escogido otros como 'Wrecking Ball', 'Death to my Hometown', 'Shackled and Down' o 'Rocky Ground'.
Homenaje a Nacho
Pero ha habido dos momentos especialmente emotivos. Al poco de comenzar el concierto, Springsteen ya ha comentado que estaba echando de menos a alguien. "Si vosotros estáis aquí y nosotros estamos aquí, entonces ellos están aquí también. Los escucho en vuestras voces", ha dicho en un difícil español entre los gritos y las ovaciones del público. Pero esto no era sino el anticipo de lo que vendría después.
Con la noche cerrada y los asistentes a tope, Bruce se ha puesto serio: "Queremos dedicar esta canción a Nacho y su familia. Esta en nuestras plegarias". Con estas emotivas palabras ha querido recordar el músico a Nacho, el chaval de 20 años que soñaba con ver a su ídolo en el Bernabéu pero que falleció hace unos días a causa de un tumor cerebral. En las redes sociales se ha desatado una oleada de peticiones bajo el hashtag #vaportinacho para que el Boss le rindiera tributo. Y lo ha hecho, reservando para ello uno de sus temas emblemáticos, el mítico 'The river'.
Y tras los bises más cañeros, con los inolvidables 'Born in the USA' y 'Born to Run' entre ellos, ha llegado el momento del ya habitual pero siempre sentido homenaje a Clarence Clemons. En medio de 'Tenth Avenue freeze-out', el tema que cerraba el concierto, y justo cuando Bruce ha cantado el verso And the Big Man joined the band, todos han dejado de tocar y han abandonado el escenario por primera y única vez en toda la noche. En el silencio, una proyección de imágenes del gran saxofonista -fallecido hace unos meses, y sustituido por su sobrino-, ovaciones desde la grada y, un minuto después, vuelta a la canción antes de la despedida final.
Tras más de tres horas de batalla frenética, Bruce se ha retirado pletórico, henchido de orgullo, junto a su E Street Band, su fiel batallón de élite. Detrás han dejado a 60.000 guerreros agotados, derrotados por su 'Jefe'. Humillados -humillar: inclinar o doblar una parte del cuerpo, como la cabeza o la rodilla, especialmente en seal de sumisión y acatamiento-. Agradecidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario