(The Thin Red Line, 1998)
Director: Terrence Malick. Interpretes: Sean Penn, Jim Caviezel, Ben Chaplin, Nick Nolte, Elias Koteas, John Cusack. Producción: Twenty Century Fox. USA. 164 min.
Durante la Segunda Guerra Mundial uno de los objetivos de las tropas estadounidenses es detener el avance de los soldados japoneses en las islas del Pacifico. Una compañía de marines desembarca en Guadalcanal; la desmedida ambición del jefe de la compañía, conducirá a sus soldados a un ataque frontal que provocará innumerables e innecesarias bajas, pues su objetivo no es otro que aumentar su prestigio. Tanto los contendientes americanos como los japoneses se verán inmersos en un infierno sin sentido. Todos aprenderán que las guerras no las gana nadie, ni siquiera los que oficialmente logran el triunfo.
La primera frase de la película, que no sigue una estructura dramática convencional, pues los personajes aparecen y desaparecen, y sus voces en off cuestionan filosóficamente lo que sucede y lo que sienten, “¿qué significa esta guerra en el corazón de la naturaleza?”, nos da la dimensión de lo que vamos a contemplar: no se trata de una película de guerra tradicional, sino que se transforma en una reflexión profunda sobre las reacciones y sentimientos de un grupo de hombres, unos soldados, que están “interpretando un papel que no han elegido”.
Terrence Malick volvió al cine para rodar su obra maestra, una denuncia contra el sin sentido de la guerra en contraste con el esplendor de la vida, una vida que se muestra a través de la sucesión de bellísimas imágenes, la selva exuberante, los pájaros de vivos colores, el movimiento y sonido de la hierba, el agua...Una naturaleza que es constantemente alterada por la barbarie del ser humano. Baste como ejemplo, la imagen de una idílica colina mecida por el viento al amanecer, que a continuación es profanada por el bombardeo de la lucha entre ambos ejércitos.
En este conflicto cada personaje responde de distinta manera. Así, Jim Caviezel, motivado por su convicción de que existe otra forma de vivir, “yo he visto otro mundo”, choca con la visión descorazonada y escéptica del Sargento interpretado por Sean Penn: “... Todo es mentira... Lo que oímos, lo que vemos... Nos quieren muertos o viviendo su mentira”. El primero, que se aferra a la idea de que un mundo pacifico, sencillo, puede ser posible, se ampara en sus recuerdos del tiempo vivido en una de las islas del Pacifico, símbolo constante a lo largo de la película de esa esperanza, mientras el segundo no puede desprenderse de la amargura que toda esa muerte le provoca, amargura que le impide guardad cualquier tipo de esperanza.
Por su parte el Capitán de la compañía, Staros (Elias Koteas), angustiado por el destino de su tropa, representa el lado más humano del soldado, frente a la ambición sin medida del Coronel (Nick Nolte) que antepone sus objetivos a la vida de sus hombres.
También destacan otros personajes, como el de Ben Chaplin, un hombre impulsado por el recuerdo de la esposa que le espera en casa, el desafortunado Woody Harrelson, en quien se encarna lo más absurdo y funesto de la guerra, John Cusack, como el eficaz a la vez que condoliente Capitán Gaff, o el soldado interpretado por Dash Mihok, que al ser consciente de todo cuanto está aconteciendo, se ve a sí mismo por primera vez, y bajo la lluvia, se abraza y llora desconsoladamente, en una de las imágenes más conmovedoras de la cinta.
Destacar también el magnifico trabajo de todos los secundarios y los extras. Una constante es el terror reflejado en el rostro de cada soldado que aparece. Ni siquiera cuando obtienen una victoria y toman la colina, cambia la mirada de sus ojos. No hay triunfalismo, solo miedo y tristeza.
Los distintos personajes son los que a través de sus propias reflexiones hacen avanzar la historia, invitando al espectador a compartirlas:
“Esta terrible crueldad, ¿de donde sale? ¿Cómo se infiltró en el mundo? ¿De que semilla, de que raíz creció? ¿Quién es el autor? ¿Quién nos está matando? Robándonos la vida y la luz. Burlándose de nosotros con visiones de los que podríamos haber conocido.” (Monologo este de Ben Chaplin que resume el espíritu de la película).
“¿Quién eres Tú que vives en esta variedad de formas?”.
“Quizá todos los hombres tengan una sola alma, de la cual todos formamos parte. Aspectos del mismo hombre. Un gran ser”.
“He matado a un hombre. No hay nada peor. Ni la violación. Y no seré castigado por ello”.
“La guerra no ennoblece a los hombres, los convierte en bestias”.
“¿Cómo perdimos la bondad que nos fue otorgada?”.
Es una película que debe verse sin prisa, saboreando la mágica fotografía, dejándose embargar por la música y el guión, por todas y cada una de las interpretaciones, reflexionando.
Personalmente, me gustaría resaltar el final: Cinematográficamente es una secuencia perfecta, y filosóficamente es una puerta abierta a la esperanza: Un soldado superviviente se apoya en la barandilla del barco que se aleja. La cámara realiza un traveling fantástico sobre la estela que el buque va dejando en el mar. “Oh alma mía, déjame entrar en ti, mira a través de mis ojos, contempla las cosas que creaste, mira como brillan”. Avanza hasta la orilla, mientras la vida continua en la selva: árboles, pájaros, sonidos, y una semilla que germina. La vida se abre paso pese a la crueldad del mundo.
Premiada en el Festival de Berlín de 1.999 con el Oso de Oro para Terrence Malick y una mención honorífica para el director de fotografía John Toll, y candidata a siete Oscars, su titulo nos deja planteada la cuestión de cuál es esa línea, y de cuales son las consecuencias de traspasarla.
1 comentario:
Fui al cine a verla y me encantó. Me pareció distinta a todas las del género bélico. Con escenas que entristecen, y otras que tienen toques de humor.
Toda la peli me parece impresionanete, de principio a fin.
Publicar un comentario