jueves, 27 de marzo de 2008

Ningún hombre (o pingüino) es una isla...

Este verano descubrí en Londres a John Donne, que está considerado uno de los mejores poetas ingleses. Conocía este poema de antes, lo leí una vez en una novela y me encantó, pero no sabía que era de este gran hombre.

Vivió entre el Siglo XVI y el XVII. Estudió teología y se convirtió al anglicanismo en la década de 1590. Fue Dean de la Catedral de San Pablo de Londres de 1621 a 1631 (año de su muerte).


Ningún hombre es en sí
equiparable a una isla,
todo hombre es un pedazo del continente,
una parte de tierra firme;
si un terrón fuera arrastrado por el mar,
Europa disminuiria,
igual sucedería con un promontorio,
o con la casa de uno de tus amigos,
o con la tuya propia.
La muerte de cualquier hombre me disminuye,
porque soy una parte de la humanidad.
Por eso no preguntes nunca
por quién doblan las campanas,
están doblando por tí.

De este poema sacó Hemingway el título de su "Por quién doblan las campanas", a mi me parece una forma preciosa de hablar de la fraternidad, algo que nos hace mucha falta en este loco mundo.

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