
Paul Newman falleció después de una enfermedad que no logró acabar con el brillo de sus ojos azules. Murió en su casa de Connecticut, rodeado de su mujer, Joanne Woodward, y de sus cinco hijas. El actor vio cumplido así su postrero deseo, el que anunció a principios de agosto, cuando abandonó el hospital y el duro tratamiento, consciente ya de que la historia llegaba a su fin.
Paul Leonard Newman nació en Cleveland, Ohio, el 26 de enero de 1925, en medio de una intensa nevada. El camino fácil habría sido continuar en la tienda de artículos deportivos de su padre, pero el joven Newman tenía horizontes más allá de los extensos campos de maíz.

En el Actor´s Studios aprendió lo imprescindible para pasar a Broadway y la televisión. Newman era uno más de los muchos jóvenes dispuestos a triunfar.
Paul Newman volvió a enfundarse los guantes de boxeo en 1956, pero esta vez delante de las cámaras. «Marcado por el odio» fue su primer éxito en la gran pantalla, que no su primera experiencia cinematográfica. El derechazo de Newman en su primer éxito (un biopic sobre el boxeador Rocky Graziano) impactó de lleno en Hollywood, y la estrella de Paul Newman comenzaría a brillar en el firmamento de la fama.

Desde sus inicios, Paul Newman miró de reojo la silla de director y en ella se sentó en seis ocasiones. Su ópera prima fue «Rachel, Rachel» (1968), que recibió cuatro nominaciones a los Oscar, una de ellas para su esposa Joanne como mejor actriz. Le siguieron «Casta invencible» (1971), «El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas» (1972) -también con su mujer, que ganó la Palma de Oro en Cannes- y «Harry e hijo» (1984), un homenaje a su hijo Scott, fallecido en 1978 de sobredosis.
«¿Qué tiene que hacer Paul Newman para ganar un Oscar?», publicaba a principios de los 80 «Vanity Fair». En 1985 recibió uno honorífico por toda su trayectoria, para repetir estatuilla al año siguiente por «El color del dinero», de Martin Scorsese. La Academia reconocía su talento, algo que crítica y público llevaban haciendo desde hacía décadas.
En los noventa comprobamos su lado oscuro, intrepretando al villano de «El gran salto» (1994), de los hermanos Coen. En 2001, la revista británica «Radio Times» lo consideró el mejor actor de todos los tiempos. La leyenda seguía viva y así quedó patente en «Camino a la perdición» (Sam Mendes, 2002), una de gánsteres en los años de la Gran Depresión. Entonces nadie lo sabía, pero sería la última vez que disfrutaríamos del mito.

El sabado, Paul Newman cruzó su última meta. Quería que le recordasen como «un tipo que buscó algo de decencia en su propia vida y siempre quiso ensancharse como ser humano». El galán realizó su última conquista: la eternidad.
1 comentario:
ayss que penita me dio!! es una actor que le conozco de siempre y siempre ha formado parte de "mi vida del cine" hemos perdido a uno muy muy grande!!!
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