miércoles, 23 de diciembre de 2009

Que bello es vivir, de Frank Capra

Es Navidad. La Navidad siempre me hace recordar esta película. Hoy en día ya no se hacen películas cómo esta, obras maestras que no pierden validez con el paso del tiempo. Por eso es tan buena. Os recomiendo volver a verla, disfrutar de su dulzura, recrearos en su sentimentalismo, redescubrir el secreto de la vida, de la ilusión y de la esperanza.

1946, dirigida por Frank Capra
5 nominaciones a los Oscar: Mejor película, director, actor (James Stewart), montaje y sonido
SINOPSIS: En plenas fechas navideñas, George Bailey (James Stewart), un honrado y modesto ciudadano que siempre ha ayudado a sus vecinos, intenta suicidarse para evitar el escándalo que se va a producir debido a la desaparición de una importante suma de dinero. George cree que nada podrá hacer para que todo acabe en manos del ávaro banquero Henry F. Potter (Lionel Barrymore), y que quitándose la vida aliviará no sólo su sufrimiento sino el de su querida esposa Mary (Donna Reed) y familia. Pero en el último momento Bailey es salvado por Clarence (Henry Travers), su viejo ángel de la guarda...

FRANK CAPRA
Optimista a machamartillo, poeta del idealismo, paladín de los buenos sentimientos. Frank Capra fue maestro de un cine donde la frontera entre emotivo y sensiblero es muy, muy delgada.

Frank Capra (1897-1991) rehusaba cruzar la línea divisoria, se quedaba del lado de las emociones puras y auténticas. Quizá por haberlas vivido en la realización de su `sueño americano´. Nacido en un pueblecito de Sicilia, con 5 años emigró a EE.UU. De familia numerosa, pobre y campesina, católico practicante, la muerte prematura de su padre le obligó a ejercer de cabeza del hogar. Lo que le planteó dilemas morales, como el de aportar o no sus conocimientos de ingeniero químico al contrabando de alcohol; como para cualquiera de sus futuros héroes, aquello era tentador, pero prevalecieron sus principios.
Se dedicó al cine por casualidad: en un tranvía, el conductor mencionó un anuncio del periódico, de Fireside Productions. Se presentó, y aseguró que venía de Hollywood, una mentirijilla. En 1922 dirigía Ballad of Fultah Fisher's Boarding House, título grandilocuente de sólo 10 minutos, que la prensa describió como "tributo al genio de Kipling". Cuando al fin Capra confesó su ignorancia fílmica a Walter Montague, éste le dijo saberlo ya, pero que había confiado en su determinación.
Buscando su personal Shangri-La, el idílico lugar que pintaría en Horizontes perdidos, trabajó para Harry Cohn en Columbia. Sus filmes elevaron de categoría al modesto estudio de Gower Street. Fue una larga relación, de 1927 a 1939, donde no faltaron sinsabores, pero tampoco alegrías (tres Oscar al mejor director), y varios títulos esenciales. El viaje en autobús de Gable y Colbert de Sucedió una noche, la conversión de la mendiga May Robson en señora en Dama por un día, el heredero manipulado, Cooper, de El secreto de vivir, la familia tronada, Arthur, Stewart, Barrymore, de Vive como quieras, y, por supuesto, la utopía de Colman en Horizontes perdidos, entre otros. Eran magníficas películas, que tenían miga, y evitaban caer en el aburrimiento, el pecado capital del cine, según Capra. Además, tuvo tiempo de presidir la Academia de Hollywood. Luego buscaría la independencia: primero con el guionista Robert Riskin, y tras la guerra con William Wyler y George Stevens. En esa etapa, Juan Nadie (Cooper) habló de modo magistral del ciudadano anónimo; idea común a Caballero sin espada, film que no agradó a los politicastros de Washington, con el `boy scout´ Stewart.
Su contribución al esfuerzo de la II Guerra Mundial con la serie Why We Fight fue importante. Pero el horror y la muerte hicieron mella. Lo que no le impidió entregar tras la contienda su film más célebre, la película navideña por excelencia, ¡Qué bello es vivir!, fábula sobre lo que pasa y deja de pasar si uno elude sus responsabilidades, con Reed, Stewart, y Barrymore. Curiosamente, en su momento no funcionó. Empezaba el declive, pero aún hizo títulos estimables como El estado de La Unión. El mundo cambiaba, el cine también. Actores y agentes detentaban un poder inusitado, él se hacía mayor, se cansaba. Poco a poco las películas admitían una carga de sexo y violencia que le repelía. Su retiro oficial llegó con Un gángster para un milagro (1961), comedia deliciosa, pero no apta en los tiempos que corrían. Aún tendría tiempo, no obstante, de escribir sus memorias, definidas por John Ford como "el único balance auténtico que he leído sobre Hollywood". (Jose Maria Aresté)

Una anecdota sobre él
1935. Frank Capra está muy enfermo. Recibe entonces la visita de alguien que cambió su vida, del que nunca supo su nombre, que le dijo: "Es usted un cobarde. Y lo que es más triste, una ofensa a Dios. ¿Oye a ese hombre?" (se refería a Hitler, que hablaba en la radio) "¿A cuántos habla? ¿15, 20 millones? ¿Y cuánto tiempo? ¿20 minutos? Usted puede hablar a cientos de millones, durante 2 horas. Y en la oscuridad. Sus talentos, señor Capra, no son suyos por derecho propio. Dios se los ha dado. Cuando no los usa, ofende a Dios y a la humanidad. Que tenga un buen día". Capra tomó conciencia de su responsabilidad. El discurso le llevó al confesionario y le devolvió, además, las ganas de vivir.

El cine de Capra es especial. A mi me encanta, cómo he dicho, sobre todo en Navidad. Nadie cómo él han sabido reflejar la solidaridad y los buenos sentimientos en una pantalla. Os recomiendo repasar sus películas, desgranarlas, saborearlas, y disfrutad de una Navidad a lo Capra.

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