viernes, 17 de junio de 2011

Pingüinos: entre los peces y las aves (II)

El resultado de su apuesta evolutiva es un cuerpo ahusado, hidrodinámico, en el que lo primero que destacan son las alas. O aletas, porque han perdido su funcionalidad para el vuelo convirtiéndose en dos poderosas palas para navegar.
En segundo lugar vemos sus patas, pequeñas, fuertes y palmeadas; situadas tan atrás que los obligan a permanecer de pie cuando están en tierra, pero que les sirven de timón al sumergirse.
Cuentan además, con unos ojos adaptados a la visión submarina, un pico y una lengua armada con afilados dentículos para evitar que sus presas se escapen, una glándula que elimina el exceso de sal, una distribución de color pensada para captar al máximo el calor del sol... Y luego están sus plumas. Son pequeñas, con forma de punta de lanza y resistentes al agua.
Están solapadas para aislar mejor el cuerpo e impermeabilizarlo. Pero incluso ese abrigo no es suficiente en la periferia antártica. Así que lo complementan con una capa de grasa aislante y, entre ésta y las plumas, una cámara de aire caliente.
Su comportamiento resulta también un muestrario de adaptaciones frente al frío. Los pingüinos rey reposan sobre sus talones cuando están en tierra para que el gélido suelo no les robe calor.
Los juanito y los barbijo parapetan sus nidos con guijarros para que los vientos antárticos no arrastren sus huevos. Los macarrones se protegen con la poa, el único sustrato vegetal de las latitudes australes extremas, y los de Magallanes excavan galerías subterráneas para proteger sus puestas.
Pero la mayor tarea adaptativa a las duras condiciones antárticas fue su capacidad para formar colonias y repartirse las labores. Así, los pingüinos emperador y rey organizan guarderías para que unos cuiden las crías mientras otros salen en busca de alimento. Eso les sirve a los pollos para mantener el calor y protegerse de los ataques de las aves predadoras.
Aun con sus prodigiosas adaptaciones, muchas especies han desaparecido. En otros tiempos llogó a haber 21 géneros y, dentro de éstos, 32 especies. Hoy, sólo quedan 6 géneros con 17 especies en total y, pese a que 3 de ellas están en peligro de extinción, desde 1600 no ha desaparecido ninguna. Aunque a punto estuvimos de lograrlo los seres humanos.

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