viernes, 15 de julio de 2011

Jugar con el bebé de 8 meses

Los padres suelen disfrutar enormemente de este período de su bebé, jugando con él, hablándole, observando sus reacciones... El aspecto más importante de los juegos con el bebé, entre los 8 y los 12 meses, es la interacción con otras personas. Los juegos tradicionales (aserrín, aserrán... etc.) cumplen una importante función en el desarrollo del bebé.

Este periodo es uno de los más bonitos para compartir con su hijo. Ahora sus respuestas serán más claras hacia sus estímulos y siempre que se divierta y se encuentre bien, el niño le responderá con una agradable sonrisa.

Los padres deberán dedicar algún momento del día a jugar con su hijo en el suelo. No es necesario invertir grandes sumas de dinero en los juguetes del bebé. Basta con que sean seguros y apropiados para su edad.

Pruebe a realizar con su hijo uno o varios de estos juegos:

Sople con suavidad en su cara, esto provocará la sonrisa del niño.
Sujete las piernas del bebé y muévalas al ritmo de alguna canción o mientras usted canta.
La canción de los "cinco lobitos" suele dar muy buen resultado, el bebé imitará el movimiento de su mano.

Baile con él en brazos.
Siéntelo frente al espejo y realice movimientos con él.
Cuéntele el cuento de la carnicería mientras le hace cosquillas en el brazo.
Póngale una sábana o trapo sobre la cabeza y pregunte ¿dónde está el niño? A continuación retírela y diga: ¡aquí!
Todos los juegos clásicos "de falda" o "de abuela" tienen una importante misión que cumplir. Un juguete nunca sustituye a la interacción con otra persona.

Si analizamos cualquier juego encontraremos que contiene una serie de componentes muy importantes para favorecer el desarrollo de la mente, de los sentidos y de las emociones del bebé. Así, por ejemplo, jugar al "aserrín-aserrán" con el niño sobre las rodillas, le aporta:

Contacto físico.
Sentido del ritmo y la melodía.
Estímulo de los sentidos del oído, la vista y el equilibrio.
Refuerza el vínculo con el adulto que juega mediante el contacto visual y corporal, lo enriquece con el placer que da la risa. Y además, el placer es para ambos.
El bebé aprende una secuencia, desarrolla la memoria, disfruta al predecir el futuro: el juego acaba con cosquillas, con risas, abrazos...
Con esas risas, el bebé libera tensión, se relaja.

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