lunes, 18 de junio de 2012

Bruce Springsteen: Un proyectil al corazón

Publicado por madridout.es

No es fácil enfilar este papel en blanco. Comenzar a volcar en palabras lo que tanto pesa en sentimientos. En cualquier caso, allá voy con toda la humildad y el permiso de grandes conocedores y expertos seguidores como nuestro Alfonso Adánez del Hoyo (nuestro, porque ha brillado en su artículo reciente en este Madridout que compartimos).

Anoche, el señor Bruce Springsteen nos ofreció un regalo bellísimo y nos dio una lección inmensa. El regalo fue su corazón y su tremenda alegría; la lección: que debemos apostar por entregar aquello que llevamos y somos con toda la fuerza de la que nos sentimos capaces. No pensemos en lucimientos o éxitos; pensemos en ofrecer. En dar. No busquemos el resultado; busquemos compartir. Compartirnos.

Habrá quien se detenga y se entusiasme contando que el concierto del Bernabeu se alargó de nueve y media de la noche a una y media de la madrugada (sumen: efectivamente, cuatro horas). Que fuimos unas 55.000 personas las que aplaudimos sin tregua. Que sonó excepcionalmente bien desde las primeras filas a los anfiteatros (doy fe: en uno de ellos estuve). Que Southside Johnny fue invitado a interpretar a dúo “Talk to me”. Que el “setlist” incluyó clásicos como “Thunder road”, “Born in the USA”, “Born to run”, “Dancing in the dark”, “Badlands” o “Hungry heart”. Que el Boss se permitió la floritura de encender todas las luces en los bises y fue como si hubiese salido el sol. Que terminamos bailando “Twist and shout”. Que Clarence Clemons tuvo un hermoso homenaje con tremenda ovación. O que la E. Street Band renovada suena renovada y furiosamente bien.

Pero yo, hoy y ahora, prefiero hablar de Bruce el hombre. El que dedicó una emocionante y profundísima versión de “The River” a un chico de 20 años recientemente fallecido que no pudo ir a verle físicamente porque una enfermedad se lo llevó antes (de todos modos, Nacho estuvo). Ahí, Bruce, el hombre, me hizo llorar a mí y a muchos por primera vez anoche. No sería la única.

Foto: Celia SánchezPrefiero hablar de cuando, como un estudiante de idiomas, a sus casi 63 años, se afanó en hacerse entender en castellano para que nos llegara este mensaje, que elevó a la noche de Madrid: “Sé que aquí los malos tiempos son incluso peores. Nuestro corazón está con vosotros, el apoyo a todos lo que están luchando en España”.

Prefiero hablar de ese rotundo y evidenciado cariño hacia este país, de esas luces rojas y amarillas brillando como faros en “Spanish eyes”. De ese cálido y sincero homenaje a una tierra que sufre y a la que él quiere especialmente.

Prefiero hablar de que subió a un niño al escenario para cantar juntos “Waitin’ on a sunny day”. Que bailó con una niña pasándoselo en grande. Que nos dijo, sin decírnoslo en palabras algo así como “éste es el futuro. Luchad por ellos”.

Que no se cansó de estrechar manos. Recoger carteles. De reirse. Abrazar. Acercarse. Que acabó dándole a su poderosa voz y a su poderosa guitarra, arropada por la banda, en mitad del público. Que no pudo mostrarse más cercano, más accesible, más uno más entre el resto.

Que derrochó bromas y alegría, entusiasmo, vitalidad, aliento positivo y firmeza.

Que ya no tiene nada que demostrar en lo musical y que, aún así, sigue demostrándolo todo en lo humano: el más grande es el que más al servicio está.

Yo hoy, ahora, prefiero contarles lo que sentí y lo que siento: que Bruce Springsteen vino a Madrid a decirnos que hay una luz que llevamos dentro, una luz muy potente que no se apaga nunca. Que iluminemos el mundo con alegría y sin miedo. Que confiemos. Que todo lo bueno es posible.

Y que trabajemos desde el corazón.

Por todo esto y por ser tú quien das ejemplo, gran señor de la música y la vida, Bruce Springsteen de todas las batallas: eternamente gracias. Eternamente agradecida.

Celia Sanchez

1 comentario:

Eugenia dijo...

O sea, que decir "Bien" se queda corto, no???