miércoles, 9 de julio de 2014

Cine para Pensar: Pactar con el diablo

(Devil’s Advocate, 1997)
Director: Taylor Hackford. Interpretes: Keanu Reeves, Al Pacino, Charlize Theron, Jeffrey Jones, Connie Nielsen. Producción: Warner Bros. Estados Unidos. 144 min.

John Milton (Al Pacino), que bajo su apariencia humana esconde su verdadera condición satánica, tentará con lujo y poder a un joven y ambicioso abogado, Kevin Lomax (Keanu Reeves), que, aceptando un puesto en el bufete de Milton, entra directamente en su Infierno particular: su ya escasa moralidad se tambalea, y la relación con su esposa empieza a destruirse.

“Pactar con el Diablo” es toda una metáfora y una crítica feroz al materialismo, al consumismo, y a la ambición. “No queremos culpar al Diablo –dice el director- de todo lo que ocurre, sino mostrar que cuando la gente utiliza su libre albedrío, escogen el mal camino en nueve de cada diez ocasiones”.

Es una película fantástica, no es un film de miedo basado en efectos especiales, que los tiene, y espectaculares, sino que es una historia que utiliza esos elementos para hablar de la condición humana, de los miedos y miserias de cada uno, de la ambición y la vanidad, de la maldad existente en el mundo. 

El personaje que interpreta Keanu Reeves encarna perfectamente al hombre de hoy en día: una persona obsesionada con el éxito profesional, hasta tal punto que es capaz de relegar a su esposa, su madre e incluso a sí mismo por alcanzar ese “ideal” de éxito que nos impone nuestra sociedad. 

Pacino, como El Diablo, encarna la tentación que cada uno de nosotros puede sentir de enfocar su vida hacia metas puramente materiales y caducas, que nunca podrán conducirnos a la verdadera Felicidad. Metas que no deben entenderse únicamente en el ámbito laboral, sino que pueden extenderse a todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida.

En un espectacular discurso final, Al Pacino se refiere a Dios como un ser manipulador, marionetista, espectador y despótico, representando con ello la visión superficial, distorsionada e inexacta que mucha gente defiende, y que él emplea, una vez más personificando el Mal, para llevar a cabo la tentación final que decida al personaje de Keanu Reeves a unirse definitivamente a su causa. 

Todo esto queda perfectamente reflejado a través del despacho de Milton y su terraza, los rascacielos, los subterráneos y el metro, el humo de Manhattan, la ciudad de Nueva York, símbolo de la metrópolis actual, la banda sonora de James Newton Howard y la canción final de los Rolling Stones, la casa de Lomax, sin amueblar, el sórdido mundo de la abogacía y el crimen, las aceleradas nubes que marcan el paso del tiempo, la oscuridad que se cierne sobre la ciudad según Lomax va cayendo, los diferentes ambientes en que se mueven los personajes: la vivienda del ocultista interpretado por Delroy Lindo , el bar de flamenco, el edificio de la compañía... y, por supuesto, esa avenida final de Manhattan, absolutamente vacía y muda. 

Y no quiero decir nada del sorprendente final, tan alentador como desconcertante. 

La película puede quedarse en un mero festival de máscaras demoníacas, y un argumento irreal y fantasioso, pero si se busca en su interior, si se quiere encontrar la metáfora y reflejarla en la propia vida, encontramos una película tan realista que asusta. 

No hay comentarios: