martes, 9 de septiembre de 2014

Mis clásicos favoritos: Anatomía de un asesinato

Anatomía de un asesinato es una película estadounidense de 1959 dirigida por Otto Preminger.

Paul Biegler (James Stewart) es un abogado de provincia que no ha sido reelegido para el cargo de fiscal, y ahora se dedica más a la pesca junto a su amigo Parnell Emmett McCarthy (Arthur O'Connell), que a su despacho de abogado. Sin embargo, se hace cargo de la defensa de un teniente de la base militar local, Frederick Manion (Ben Gazzara), cuando la esposa de este, Laura Manion (Lee Remick) se lo pide. El teniente está acusado de homicidio del propietario de un bar, que ha violado a Laura. A Paul Biegler todo se le pone en contra, de manera que necesitará de toda su inteligencia e imaginación, y demostrar si conserva la capacidad profesional de que hizo gala en otros tiempos, hasta saber si logra o no triunfar en la defensa.

Preminger consigue atraer al espectador justo antes de que comience la acción, gracias a una excelente música de Duke Ellington y a unos famosos creditos basados en recortes de lo que parece ser un muñeco de papel que representa al asesinado del título.

Obtuvo siete nominaciones al oscar, pero no ganó ninguno por culpa de BEN-HUR. Una de las mayores injusticias a las que nos tiene acostumbrados la Academia. El guion, tambien nominado, es una adaptación de la novela de Robert Traver.

La película es de una ambigüedad extraordinaria, a pesar de la sentencia, el espectador no sabe si el acusado es culpable o inocente. Nadie parece decir la verdad en este juicio, empezando por la, digamos "alegre", Lee Remick y continuando por el barman amigo del muerto o el propio Teniente Manion. Preminger se limita a exponer el juicio, con largos y planificados planos secuencia, sin decantarse por uno u otro lado. Cualquier otro director habría usado los flashback para acompañar las declaraciones de los testigos, Preminger no lo hace, de esta forma consigue dar al espectador una libertad absoluta para decidir.

Destaca una secuencia en la que George C. Scott se interpone deliberadamente entre el testigo al que interroga y el abogado, dificultando de esta forma la visión entre ambos y el intercambio de señas. 

De esta película no hay que perderse ni un detalle, las miradas, los gestos, las actitudes de los secundarios -la secretaria, el amigo borrachín, el juez Joseph Welch, que por cierto no es actor, es un abogado de verdad- enriquecen la trama de tal forma que el largometraje sale redondo.
Otto Preminger no juzga a sus personajes ni establece ningún tipo de moralidad sobre lo que narra. Se limita a exponer los hechos de forma directa, a veces cruel, dejando para el espectador el decidir qué está bien y qué mal. ‘Anatomía de un asesinato’ nos deja perplejos desde el momento en el queJames Stewart acepta el caso porque necesita el dinero. Un hombre ha cometido un crimen, es culpable, pero como todo acusado tiene derecho a un juicio justo. Pero ¿existe justicia en el momento en el que alguien que ha matado a otra persona sale en libertad gracias a alegar locura temporal? Sabemos, ya que Preminger nos lo muestra claramente, que el personaje de Gazzara no estaba loco cuando cometió el crimen, ni se dejó llevar por un arrebato que le cegó el sentido común, y asistimos atónitos a la defensa por parte de Stewart de alguien que merece la cárcel. El acierto del Preminger es que lo muestra como algo totalmente cotidiano, sin sumar el aspecto de espectáculo que el cine posee. El más descarnado realismo impregna cada una de las secuencias de esta gran película, lo cual hace más terrible su premisa. En los instantes finales, cuando vemos que Gazzara ha quedado en libertad, éste no paga al abogado sus honorarios por el excelente trabajo realizado, aludiendo la misma excusa utilizada en el juicio. Esto puede verse como la parte que tiene que llevarse Stewart por defender algo indefendible. Los hechos tienen consecuencias, y ésa es la que le ha tocado al personaje central del film.

En resumen, una obra maestra de Otto Preminger, y del cine en general, que nos sigue sorprendiendo cada vez que la volvemos a ver.

(Tomado de un artículo de Fernando de Cea)

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