martes, 15 de julio de 2014

Veranito.....

Los pingüinos nos vamos a la playa.... sol, bronceador, y mucho descansar!!!!!


Nos vemos en Septiembre!!!!!!!

lunes, 14 de julio de 2014

Grandes Parejas: Nicholas y Carrie

Una relación excesivamente complicada que nos tuvo a todos en vilo.

Nicholas Brody y Carrie Mathison, de HOMELAND

sábado, 12 de julio de 2014

Las 12 películas preferidas de… Quentin Tarantino

La revista Sight & Sound realizaba hace algún tiempo una encuesta a muchos de los directores de cine más importantes del planeta en la que eran preguntados por sus películas preferidas. Hoy recogemos las respuestas que dio el indescriptible Quentin Tarantino. Doce cintas que conforman una selección de lo más variopinta que solo podía salir de infinita cultura cinematográfica del genial director:

- “El Bueno, el Feo y el Malo” (Sergio Leone, 1966)

- “Apocalypse Now” (Francis Ford Coppola, 1979)

- “Los Picarones” (Michael Ritchie, 1976)

- “Carrie” (Brian de Palma, 1976)

- “Movida del 76″ (Richard Linklater, 1993)

- “La Gran Evasión” (John Sturges, 1963)

- ” Luna Nueva” (Howard Hawks, 1940)

- “Tiburón” (Steven Spielberg, 1975)

- “Querido Profesor” (Roger Vadim, 1971)

- “El Expreso de Corea” (Johnny Flynn, 1977)

- “Carga Maldita” (William Friedkin, 1977)

- “Taxi Driver” (Martin Scorsese, 1976)

viernes, 11 de julio de 2014

jueves, 10 de julio de 2014

Frases de cine: City Hall



"Juzga a las personas con cuidado, sobre todo a los amigos. No conoces toda una vida solo por un momento. No hay respuestas fáciles. Nunca es un simple "si" o "no". La vida de un hombre no es solo fachada, es más, es todo lo que hay por debajo, lo que no puedes ver"

City Hall

miércoles, 9 de julio de 2014

Cine para Pensar: Pactar con el diablo

(Devil’s Advocate, 1997)
Director: Taylor Hackford. Interpretes: Keanu Reeves, Al Pacino, Charlize Theron, Jeffrey Jones, Connie Nielsen. Producción: Warner Bros. Estados Unidos. 144 min.

John Milton (Al Pacino), que bajo su apariencia humana esconde su verdadera condición satánica, tentará con lujo y poder a un joven y ambicioso abogado, Kevin Lomax (Keanu Reeves), que, aceptando un puesto en el bufete de Milton, entra directamente en su Infierno particular: su ya escasa moralidad se tambalea, y la relación con su esposa empieza a destruirse.

“Pactar con el Diablo” es toda una metáfora y una crítica feroz al materialismo, al consumismo, y a la ambición. “No queremos culpar al Diablo –dice el director- de todo lo que ocurre, sino mostrar que cuando la gente utiliza su libre albedrío, escogen el mal camino en nueve de cada diez ocasiones”.

Es una película fantástica, no es un film de miedo basado en efectos especiales, que los tiene, y espectaculares, sino que es una historia que utiliza esos elementos para hablar de la condición humana, de los miedos y miserias de cada uno, de la ambición y la vanidad, de la maldad existente en el mundo. 

El personaje que interpreta Keanu Reeves encarna perfectamente al hombre de hoy en día: una persona obsesionada con el éxito profesional, hasta tal punto que es capaz de relegar a su esposa, su madre e incluso a sí mismo por alcanzar ese “ideal” de éxito que nos impone nuestra sociedad. 

Pacino, como El Diablo, encarna la tentación que cada uno de nosotros puede sentir de enfocar su vida hacia metas puramente materiales y caducas, que nunca podrán conducirnos a la verdadera Felicidad. Metas que no deben entenderse únicamente en el ámbito laboral, sino que pueden extenderse a todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida.

En un espectacular discurso final, Al Pacino se refiere a Dios como un ser manipulador, marionetista, espectador y despótico, representando con ello la visión superficial, distorsionada e inexacta que mucha gente defiende, y que él emplea, una vez más personificando el Mal, para llevar a cabo la tentación final que decida al personaje de Keanu Reeves a unirse definitivamente a su causa. 

Todo esto queda perfectamente reflejado a través del despacho de Milton y su terraza, los rascacielos, los subterráneos y el metro, el humo de Manhattan, la ciudad de Nueva York, símbolo de la metrópolis actual, la banda sonora de James Newton Howard y la canción final de los Rolling Stones, la casa de Lomax, sin amueblar, el sórdido mundo de la abogacía y el crimen, las aceleradas nubes que marcan el paso del tiempo, la oscuridad que se cierne sobre la ciudad según Lomax va cayendo, los diferentes ambientes en que se mueven los personajes: la vivienda del ocultista interpretado por Delroy Lindo , el bar de flamenco, el edificio de la compañía... y, por supuesto, esa avenida final de Manhattan, absolutamente vacía y muda. 

Y no quiero decir nada del sorprendente final, tan alentador como desconcertante. 

La película puede quedarse en un mero festival de máscaras demoníacas, y un argumento irreal y fantasioso, pero si se busca en su interior, si se quiere encontrar la metáfora y reflejarla en la propia vida, encontramos una película tan realista que asusta. 

martes, 8 de julio de 2014

Mis clásicos favoritos: Rebeca

Rebeca es una película dirigida por Alfred Hitchcock en el año 1940. Es su primera película rodada en Estados Unidos.

Está basada en la novela homónima de la escritora británica Daphne du Maurier. Ganó dos Oscar, a la mejor película y a la mejor fotografía en blanco y negro, y tuvo otras nueve candidaturas, incluyendo las de mejor director, mejor actriz principal (Joan Fontaine), mejor actor principal (Laurence Olivier) y mejor actriz secundaria (Judith Anderson).

La película comienza con la misma famosa frase que abre la novela de Daphne du Maurier: «Anoche soñé que había vuelto a Manderley», mientras se muestran las ruinas de una gran mansión. La frase la pronuncia la segunda esposa del aristócrata inglés Maximilian De Winter (Laurence Olivier), personaje que interpreta Joan Fontaine y al que, tanto en el libro como en la película, no se da nombre en ningún momento. Existe, sin embargo, una importante diferencia, ya que mientras que en la novela la narradora relata toda la acción desde un presente feliz que el lector conoce, en la película desaparece después de ese comienzo, el espectador ignora el desenlace y el argumento toma la forma de un gran flashback.

Maximilian De Winter ha perdido a su esposa, Rebeca De Winter, dada por muerta y desaparecida en la costa. Va a Montecarlo con el ánimo de sobreponerse a lo sucedido. Allí conoce a una joven, empleada por una señora, Mrs. Van Hopper, como dama de compañía. Ambos se enamoran y se casan rápidamente. Cuando se instalan en Manderley, la mansión de Maxim en Cornualles (Inglaterra), la joven esposa empieza a darse cuenta de que la sombra de la anterior señora De Winter sigue presente en la casa, en su ama de llaves, Mrs. Danvers (Judith Anderson), y también en los pensamientos de su marido.

Debido al éxito que tuvo la película, en España se empezó a llamar rebeca al tipo de chaqueta que luce Joan Fontaine a lo largo de toda la película, aunque ella no fuera Rebeca, y el Diccionario de la Real Academia Española ha recogido el término para denominar a este tipo de prenda.

En el guion original, el nombre de la protagonista era Daphne en honor a la autora de la novela, Daphne Du Maurier. David O. Selznick puso objeciones y finalmente el nombre de la protagonista desapareció.

El actor inglés Laurence Olivier trató horriblemente a Joan Fontaine durante el rodaje. Esto afectó a la actriz, y Hitchcock aprovechó para hacerle creer que todo el mundo del equipo de rodaje la odiaba, haciéndola más tímida y reservada, justo lo que quería el director para el personaje.

"Un prodigio de tensión narrativa y una colección de imágenes turbadoras, mágicas, que logran que el espectador sienta de manera palpable la presencia de un personajes siempre ausente. Una maravilla." Miguel Ángel Palomo: Diario El País

lunes, 7 de julio de 2014

Grandes Parejas: Mitchell y Cameron

La pareja gay más adorable que puede haber. Y unos padres estupendos.

Mitchell Pritchett y Cameron Tucker, de MODERN FAMILY

viernes, 4 de julio de 2014

jueves, 3 de julio de 2014

Frases de cine: Profesor Holland



"Tocar música tendría que ser divertido. Sale del corazón. Se trata de los sentimientos, de emocionar a la gente, y de algo hermoso como estar vivo, y no solo unas cuantas notas en una página. Yo puedo enseñarte esas notas, pero no puedo enseñarte todo lo demás."

Profesor Holland

miércoles, 2 de julio de 2014

Cine para Pensar: La Misión

(The Mission, 1986)
Director: Roland Joffé. Interpretes: Robert De Niro, Jeremy Irons, Ray MacAnally, Aidan Quinn, Liam Neeson. Producción: Warner Bros. UK. 126 min. Palma de Oro a la mejor película en el Festival Internacional de Cannes. Oscar a la mejor fotografía.

Asunción, año 1750. Españoles y portugueses se reparten la explotación indígena de Sudamérica por el Tratado de Límites, apoyado también por la Santa Sede. En un lugar paradisíaco sobrevive una misión de jesuitas dirigida por el padre Gabriel (Jeremy Irons), donde los nativos llevan una vida pacífica. Hasta allí llega Rodrigo Mendoza (Robert De Niro), un mercenario arrepentido, en busca de redención que, fascinado por la labor del padre Gabriel, se ordena sacerdote. La presión llevada a cabo por Portugal obliga a la Iglesia a ceder las tierras en las que se haya la misión. El padre Gabriel y Mendoza, aunque por caminos muy diferentes, harán lo imposible por defender la obra y evitar que los nativos sean esclavizados.

A este respecto, Roland Joffé declaraba que la película “no está hecha pensando en que sea una alabanza de una u otra actitud. Se trata de contar los hechos tal como son, como ocurrieron, de forma poética, pero comprometida. Se habla de algo que pasó pero que tiene una relación simbólica con la actualidad. El filme habla del contraste entre la vida real de los misioneros y la concepción burocrática de la misma que tiene el poder eclesiástico y político. No dice si lo que pasó es bueno o malo, moral o inmoral. Plantea estos hechos, y espero que desprenda un mensaje de fraternidad, y además, invite o mueva a hacer algo”.

La libertad, la tolerancia y el respeto impregnan cada fotograma de La Misión, una película que destila un mensaje transportable a cualquier país, cultura o época de la Historia.

La fotografía de Chris Menges, cálida y terrosa, ensalza la naturaleza y al hombre en ella y la grandiosidad de la música de Ennio Morricone logra describir a la vez lo grande y lo pequeño, la épica de unos personajes en un majestuoso mundo amenazado por las guerras, y las dudas y miedos de los protagonistas. 

El director, se enamora de sus personajes, comprendiendo al bruto Mendoza y al reflexivo Padre Gabriel. Haciéndolos humanos, matizando sus caracteres e iluminando los claroscuros de la América española, sin caer en los fáciles estereotipos comunes al hablar de la conquista española. Estamos ante una película grande para hablar de temas grandes como la libertad, el racismo, la fe o la redención. 

La película empieza con una carta a su Santidad del Obispo enviado por Roma para evaluar la situación: “Vuestra Santidad, el pequeño asunto que me trajo al más lejano confín de la tierra está ya resuelto. Los indios están libres de nuevo para ser esclavizados por los pobladores españoles y portugueses...” es una manera sencilla y rápida de introducir al espectador en la historia que van a contar. ¿Cómo puede hablar de libertad y esclavitud de esta forma? Las contradicciones están presentes desde este comienzo y los personajes se van posicionando según avanza la narración.

La Iglesia, España y Portugal exigen a los misioneros que abandonen las misiones, único refugio de los indígenas contra la esclavitud y dejen a los nativos a su suerte. Hay un momento decisivo, el conflicto está a punto de explotar, y el Obispo se entrevista con el Rey Guaraní, les exige que abandonen la misión, les dice que es la voluntad de Dios, el guaraní, desconcertado, pregunta cómo puede Dios cambiar tan rápidamente de opinión, ya que era su voluntad que abandonaran la selva y vivieran en la misión, y le dice al Obispo que no cree que sepa cual es la voluntad de Dios, que habla en nombre de los portugueses.

El Obispo ordena a todos los jesuitas que vuelvan a la ciudad con él, no puede permitirse que el nombre de ninguno se vea involucrado con la idea de que los guaranis se resistan, el que no quiera volver será excomulgado. La mayoría se queda, unos cómo Mendoza, se unen a la lucha armada de los nativos, y otros cómo Gabriel, se quedan pacíficamente con ellos, siendo brutalmente asesinados.

La película no pretende ser una narración fiel de los hechos, está basada en hechos reales, los guaranis fueron masacrados y los sacerdotes expulsados de las misiones, los personajes y hechos concretos son ficción poética.

Finalmente parece que el Obispo se arrepiente de sus actos, de haber permitido, incluso alentado la masacre: “¿Esta matanza era necesaria?”, “Hice lo que tenía que hacer (responde el Gobernador), no teníais elección eminencia, tenemos que trabajar en el mundo, y el mundo es así”; “No (dice el Obispo visiblemente conmovido), lo hemos hecho así, yo lo he hecho así”.

La última escena nos habla de esperanza. Vemos a unos niños, están en el río, y oímos la voz en off del Obispo que termina de redactar la carta que dio comienzo a la historia: “Así pues, vuestra Santidad, ahora vuestros sacerdotes están muertos y yo sigo vivo. Pero en verdad soy yo quien ha muerto y ellos los que viven, porque cómo ocurre siempre el espíritu de los muertos sobrevive en la memoria de los vivos”.

El espíritu de la película es precisamente ese, hacer recordar, que no se olvide, que no se repita. Sobre la pantalla, mientras oímos por última vez la embriagadora melodía y contemplamos la belleza del paisaje, se sobreimpresiona una cita bíblica, Juan, Capitulo 1, Versículo 5: “La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron”.

martes, 1 de julio de 2014

Mis clásicos favoritos: Uno, dos, tres

"Uno, dos, tres" es una película estadounidense dirigida por Billy Wilder y estrenada en 1961. Basada en la obra teatral del mismo nombre escrita por Ferenc Molnár, es una de las grandes películas cómicas de Billy Wilder, ambientada en el Berlín de la Guerra Fría.

En plena Guerra Fría, el señor MacNamara (James Cagney), norteamericano, jefe de ventas de Coca-Cola en Berlín, vislumbra su gran salto profesional en la posibilidad de extender las actividades de la compañía al otro lado del Telón de Acero. Desde su oficina, en el Berlín Occidental de la posguerra, sueña con que llegue ese día mientras se entretiene con su secretaria y procura pasar por alto las excentricidades de su no muy desnazificada plantilla. Un día, recibe el encargo del presidente de la empresa de cuidar a su hija, de visita temporal en Berlín. Cuando ésta se enamora de un joven alemán comunista del lado oriental, que es además muy esquemático y prejuicioso, todos los planes del ambicioso jefe de ventas se ponen en peligro. El señor MacNamara hará todo lo posible por deshacer la relación antes de que el padre se ponga al corriente.

La comedia en estado puro. De vuelta al Berlín de su juventud, ciudad símbolo de la Guerra Fría donde ya había rodado otra de sus grandes películas, Billy Wilder se mofa del miedo a una posible conflagración nuclear y propone una ácida y trepidante crítica a los dos grandes sistemas: el comunista, al que retrata a través de un tozudo, impetuoso y no muy lúcido jovenzuelo con la cabeza llena de consignas, y el capitalista, que tiene su máximo exponente en ese cínico, hábil y manipulador jefe de ventas capaz de explotar al máximo las debilidades de cuantos le rodean. El conflicto entre las grandes potencias se reduce así al capricho amoroso de una joven millonaria y malcriada y a los mecanismos de corrupción, tanto personal como institucional, de un mundo en el que se empieza a imponer el pragmatismo a ultranza. De la mano de Wilder, cada detalle visual, por mínimo que pueda parecer, cada línea del guion funcionan como un golpe directo a todo aquello que critica sin permitir que el espectador pierda en ningún momento la sonrisa.

Billy Wilder dirige a Horst Buchholz, Pamela Tiffin, Arlene Francis y sobretodo a James Cagney en una endiablada partitura que utiliza como base la Danza del sable de Aram Kachaturyan. El guión es de locos, el ritmo es de locos, los personajes están locos y, efectivamente, el espectador se vuelve loco con tanta carcajada.

Uno de los puntales de la filmografía de Wilder, en el que se mezclan pasado y presente de una Europa herida, por un lado, y los fantasmas personales del genio de la comedia, por el otro. Con un Cagney pletórico, lanzado y exigente en todos y cada uno de sus planos, encarnando la quintaesencia del entrañable capitalista norteamericano.

"Magistral, divertida, con algunos de los mejores momentos de la comedia americana de todos los tiempos. Un clásico" Fernando Morales: Diario El País

Puede que ni el propio director lo supiera en su momento, pero en sus manos tenía una bomba de vitriolo puro, una coreografía descacharrante con un mensaje de fondo de los que carga el diablo. Hasta el apuntador sale más o menos escaldado, en fondo o forma. Por todo ello, no es de extrañar que Wilder tuviera más de un problema durante el rodaje e inmediatamente después. Hay muchas y muy variadas historias alrededor de esta película que sigue tan joven como el primer día pese a hablar de una época ya lejana. Lo que es innegable es que es una de las mejores muescas de una filmografía repleta de ellas.

1-Frenesí: En el guión de Wilder y de I.A. L. Diamond se puede leer: “Esta partitura debe interpretarse moltofurioso. Velocidad aconsejada: 110 millas la hora en las curvas y 140 en las rectas”. En otros trabajos del director el guión respira, permite pausas para que el espectador ría los chistes sin perder información. Aquí no. La velocidad es endiablada, siempre al límite de la hiperventilación. No hay ninguna broma especialmente significativa, sino un bombardeo constante de elementos que crean un estado de hilaridad que marca la película y nos acompaña de principio a fin.

2-La sombra de Lubitsch: Antes, mucho antes, de rodar "Uno, dos, tres" Wilder ya había trabajado este motivo desde el guión de Ninotchka (1939). Por todos es bien conocida la influencia que Ernst Lubitsch ejerce en su colaborador, pero más allá de su famoso “toque”, las dos películas que citamos tienen paralelismos evidentes: ambas tratan el choque entre dos modelos económicos y sociales, con un inflexible personaje surgido del frío (allí Greta Garbo, aquí Horst Buchholz) y un tramposo encantador empeñado en seducirlo para que cambie de bando (James Cagney por Melvyn Douglas). Incluso los tres funcionarios soviéticos tienen su correspondencia en los tres simpáticos aliados de la Garbo en el film de Lubitsch.

3-De un tirón: JamesCagney entiende a la perfección el ritmo que necesita la película. Wilder le pide recitales maratonianos, textos eternos ejecutados en un plano, y Cagney responde a la perfección. No es de extrañar que el director lo considere el hombre perfecto para el papel, alguien nacido para ser C.R. Macnamara. Tal cual se lo dice a Cameron Crowe enConversaciones con Billy Wilder: “Muchas frases necesitaban un pie, y nosotros pasábamos por encima del pie. Brrrumm, sin parar. Tal cual, a veces nueve páginas de un tirón, y él no se trababa jamás, ni una sola equivocación".

4-La caricatura: Macnamara, capitalista redomado, sólo piensa en subir peldaños. Otto, comunista dogmático, limita su discurso a una colección de airadas consignas. Schlemmer, de pasado nazi, golpea marcialmente sus botas. El presidente de la Coca-Cola, provinciano de Atlanta, luce sombrero vaquero y groseros modales de nuevo rico. Los funcionarios soviéticos, mezquinos y peripatéticos, venden su sistema de valores por unas faldas... Y podríamos seguir. La tendencia de Wilder a construir personajes desde la caricatura, exagerando de una sola pincelada un rasgo de su carácter, tiene su máximo exponente en Uno, dos, tres.

5-Un gran consejo: Pamela Tiffin se siente muy intimidada al lado de actores de tanto talento. Al ver su nerviosismo, James Cagney le da un consejo que merece ser enmarcado: “Entra en la habitación. Ponte erguida. Mira al otro tipo a los ojos y di la verdad”. Tan simple. Tan sabio.

6-¿Esto ha estado siempre aquí?: Billy Wilder se va a dormir la noche del doce de agosto de 1961 y se levanta la mañana del trece… con una pared de más. Al abrigo de la oscuridad, mientras Berlín duerme, el ejército de la RDA levanta un muro que separará la ciudad durante casi treinta años. El telón de acero del que hablaba Winston Churchill se vuelve de hormigón. No hace falta decir que es un drama para el conjunto de la población alemana, pero también para el equipo de rodaje.El muro se erige justo en uno de los sets de rodaje de la película. También es mala suerte, demonios. La puerta de Brandenburgo, otro de los escenarios principales del film, también es cerrada a cal y canto. Wilder y su equipo se trasladan a los estudios de la Bavaria Film en Múnich y recrean el set para poder acabar las escenas. Así las cosas, los ánimos no están para comedias sobre la Guerra Fría y menos si se sitúan en Berlín. La película es un fracaso en los Estados Unidos y en Alemania. En otras partes va muchísimo mejor y de hecho, tras la caída del muro, los alemanes llenan las salas para volver a verla, ahora sí con el ánimo dispuesto a reírse de las propias miserias.

7-El robaplanos: James Cagney empezó su carrera en 1930 y la finalizó en 1981. Eso hace un total de 51 años trabajando (con un parón de dos décadas, es cierto) al lado de complicadas personalidades como Humphrey Bogart, Michael Curtiz, John Ford o Henry Fonda. Pues bien, el peor tipo con el que se cruza en su carrera es Horst Buchholz. El joven actor alemán se pasa todo el rodaje intentando destacar por encima de Cagney, que no sólo es el verdadero protagonista de la película, sino que además (qué demonios) es James Cagney. Acaba hasta el gorro, más aún si tenemos en cuenta que, en su opinión, Billy Wilder no pone en cintura con suficiente vehemencia al impertinente jovencito.

8-La cólera de Joan Crawford: Un día Wilder recibe una llamada temible. Al otro lado del hilo, nada más y nada menos que una furiosa Joan Crawford, que tiene un puesto en el consejo de PepsiCo. La extraordinaria actriz protesta por la campaña de publicidad que la película brinda a Coca-Cola en bandeja de plata. Wilder respira hondo y, como el gran guionista que es, saca partido de la situación con un último gag: Macnamara compra varias botellas de Coca-Cola de una maquina expendedora y para su asombro la última que sale es… una Pepsi. Asunto zanjado.

9-La foto de Khruschev: Una de las escenas más famosas de la película es el bamboleo de la secretaria de Macnamara subida sobre la mesa al ritmo de la Danza del sable, mientras los tres funcionarios soviéticos dan palmas encantados de la vida. De repente, uno de ellos se saca un zapato y empieza a aporrear la mesa. En un extremo de la sala un retrato de NikitaKhruschev baila al son de la música, cae al suelo y revela una foto de Stalin escondida detrás. La escena puede leerse como un guiño (homenaje sería decir mucho) a uno de los episodios más famosos de la vida del por entonces mandatario soviético. Un año antes, en una sesión de la ONU, Khruschev se sacó el zapato en señal de protesta y lo golpeó en repetidas ocasiones contra la mesa. Un despiporre digno de una comedia de Wilder, en el seno de las Naciones Unidas.

10-Tributos: La película está llena de referencias al cine y a la época de juventud de James Cagney. Por citar algunas: en el reloj de cuco suena el “YankeeDoodle”, cuyo compositor fue interpretado por Cagney (con Oscar incluido) en Yanqui Dandy (1942); Macnamara está a punto de golpear a Otto con medio pomelo, como en El enemigo público (1931); incluso Red Buttons imita al actor en una breve aparición.

11-El accidente: En los últimos días de rodaje Horst Buchholz tiene un accidente de coche en Múnich, borracho como una cuba, y debe ser hospitalizado de urgencia. Casi no lo cuenta. Wilder decide trasladar el equipo a un plató de Hollywood. Sólo son dos días de rodaje en un hangar, exactamente los que corresponden al final de la película, pero tras el susto con Buchholz las aseguradoras no quieren correr más riesgos y deciden que eso de Europa es muy peligroso. Como en casa, en ningún sitio.

12-La crisis de Cuba: Los funcionarios rusos ofrecen un habano a Macnamara y dicen que tienen un acuerdo con Castro. Él les manda cigarros y ellos misiles. Un año más tarde los Estados Unidos descubren que la URSS ha instalado bases de misiles en Cuba, dando lugar a la peor crisis de la Guerra Fría. Wilder, el vidente.

13-El retiro de la estrella: Wilder se lo pasa en grande trabajando con James Cagney. Sin embargo, y pese a rendirse a su inmenso talento, lo cierto es que no se llevan bien. En palabras del director, Cagney es un republicano tradicional que vive en su granja y huye del mundanal ruido. Durante el rodaje Wilder lo invita a cenar, pero éste prefiere quedarse con su mujer. Tienen ideas muy distintas. Tras rodar Uno, dos, tres una de las mayores estrellas del Hollywood dorado decide retirarse, argumentando que la complejidad del guión y las exigencias de Wilder lo han agotado. Puede que su experiencia con Buchholz también tuviera algo que ver. En cualquier caso, no volverá a pisar un plató de cine hasta veinte años más tarde, en el rodaje de Ragtime (1981).

14-Wilder y los comunistas: Wilder nace en Austria y no se instala en los Estados Unidos hasta los 28 años de edad, pero su filmografía revela hasta qué punto comulga con los ideales (y los traumas) del estilo de vida americano. Por ello a nadie le debería extrañar que Uno, dos, tres muestre una mayor simpatía por el bloque capitalista que por el comunista. Sin embargo, Wilder no es, ni muchísimo menos, un reaccionario: durante la Caza de Brujas del senador McCarthy, en una reunión de directores de Hollywood, un importante directivo reta a la sala a levantar la mano si están en contra de las políticas anticomunistas, seguro de que nadie se atreverá a decir ni mu. Para su sorpresa se levantan dos manos solitarias: John Huston… y Billy Wilder.

15-Wilder y los nazis: Pocos directores en todo el cine norteamericano están tan legitimados para bromear sobre los nazis. Wilder perdió a su madre, a su abuela y a su padrastro en los campos de concentración y durante toda su vida fue muy reacio a hablar sobre el tema. Por eso se puede permitir a personajes como Schlemmer y el periodista, ambos de pasado nazi. "Uno, dos, tres" contiene varias referencias a la historia reciente de Alemania, sembradas con ingenio lacerante en una época en la que las heridas aún no están cerradas. Años más tarde intenta dirigir "La lista de Schindler" (1992) y aunque Spielberg se lleva el gato al agua se rumorea que el ya anciano director echa una mano con el guión. Wilder va a ver la película una, dos, tres, cuatro veces… Cuando Fernando Trueba le pregunta por qué repite una y otra vez, su respuesta es desarmante: “A lo largo de toda mi vida he intentado averiguar cómo murió exactamente mi madre. Y no lo he logrado. En La lista de Schindleraparecen muchos extras judíos y siempre la busco entre ellos. Cuando me siento en la sala, se apagan las luces y empieza la película… busco a mi madre”.